En 2022, Viena es una ciudad dinámica, imperial y europea. La Catedral gótica renovada y la Iglesia barroca de los Jesuitas, deslumbrante. Asistimos a una misa en latín preconciliar con el sacerdote de espaldas a los fieles y el aliciente del maravilloso coro: Los niños cantores de Viena. El oficiante se dirige a los fieles en alemán, pero también en un inglés excelente. Todo ello envuelto por las voces de esos niños cantores que al final de la misa pasan del coro altar mayor. Son auténticos niños entre 8 y 11 años y varios de ellos de rasgos orientales.
El Danubio vuelve a ser, como antes de la última gran guerra, una vía de comunicación. Rumanos, búlgaros y yugoeslavos viajaban a Viena a través de esa vía fluvial. Viajamos a Bratislava, una ciudad recuperada. Un viejo casco antiguo de sabor centroeuropeo y un ensanche de casas modernistas y recién construidas que borran la imagen gris de las construcciones socialistas. La Unión Europea está presente donde antes imperaba un régimen totalitario.
Conversaciones en Viena sobre la guerra de Ucrania”. La OTAN debería construir ya en ese país un escudo antimisiles. Alemania ha dado ya los primeros pasos. ¿Habría que completar la disuasión con armas nucleares en territorio ucraniano? ¿Disuasión o temeridad?” Alguno de los intervinientes prevé, temor a Putin, trasladar su residencia a tierras lejanas.
Hay que volver a España. Hemos contratado un taxi para el traslado al aeropuerto. Un mercedes lujoso y su conductor un gitano serbio, huido de Belgrado después del bombardeo de su hogar por la OTAN. Ayudas generosas para su instalación en Austria. Una gran oportunidad y al mismo tiempo un rechazo cultural que le incita a regresar a Belgrado y a sostener una gran simpatía por Rusia en su conflicto con la OTAN.