Difícil equi­li­brio entre la lucha contra el cambio cli­má­tico y el Estado de Bienestar

La crisis energética pone en evidencia la política de renovables de la Unión Europea

Alto riesgo de cam­biar la de­pen­dencia en gas por la de­pen­dencia de com­po­nentes

Renovables
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Lograr la in­de­pen­dencia ener­gé­tica a la mayor bre­vedad po­sible se ha con­ver­tido en la gran ob­se­sión de la Unión Europea. Sus planes pasan ahora por ace­lerar el des­pliegue de las ener­gías re­no­va­bles para no quedar al albur de los in­tereses de ter­ce­ros. Para ello se cal­cula que se ne­ce­si­tarán otros 210.000 mi­llones de euros adi­cio­nales para la in­ver­sión en energía limpia en los cinco pró­ximos años. Pero lo­grar la elec­tri­fi­ca­ción re­no­vable de la eco­nomía no será sen­ci­llo.

Las tecnologías solar y eólica son las más avanzadas en la actualidad, pero no servirán para suministrar por sí solas todo el consumo que será requerido en un futuro no muy lejano.

Si se cumplen las expectativas de prohibir la producción de vehículos de combustión en 2030, la demanda de electricidad alcanzará picos insoportables para garantizar el suministro, tanto desde el punto de vista de la producción como del suministro. Se puede dar así la paradoja de que las autoridades se vean obligadas a pedir que no se utilicen los nuevos coches eléctricos después de haberlos subvencionado para incentivar su adquisición. Algo que ya estaría ocurriendo en algunos Estados americanos.

De momento, la guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto el enorme riesgo de depender de la energía rusa ante colocar a la Unión Europea en un punto crítico. Las necesidades de gas en Europa, en especial de Alemania, se ha agravado en las dos últimas décadas por la reducción de la producción europea de gas por considerarlo contaminante y el aumento de su consumo.

Una debilidad energética a la que ha contribuido la agresiva política de descarbonización fijada en los últimos años por la agenda 2030 con el fin para avanzar en los objetivos de conseguir cero emisiones netas. Eso ha provocado el abandono de inversiones en la industria petrolera y ha conducido también al progresivo cierre de las plantas nucleares.

Difícil equilibrio en la balanza entre la energía y el bienestar

Eso ha reabierto un nuevo debate al poner en un platillo de la balanza el bienestar del planeta y en el otro el bienestar de los ciudadanos. Conjugar ambos factores es imposible en la actualidad a falta de una tecnología que proporcione energía limpia de forma masiva y a bajo precio. Así lo recoge el Observatorio Mundial de los Mercados de la Energía (WEMO), en colaboración con De Pardieu Brocas Maffei, Vaasa ETT y Enerdata, publicado por Capgemini.

Para Colette Lewiner, asesora senior de energía y utilities de Capgemini, resulta imprescindible “alcanzar un cuidadoso equilibrio”. Esto significa apostar por soluciones a corto plazo, como la solar y la eólica, mientras que a largo plazo hay que construir grandes centrales nucleares de tercera generación o SMRs en países que puedan desarrollar estos programas. “Tenemos que ser realistas sobre las soluciones emergentes y el impacto que pueden generar”, insiste Lewiner, tanto “por razones económicas como técnicas; el hidrógeno, por ejemplo, no está en vías de cumplir su función de alcanzar cero emisiones netas para mediados de siglo. Por tanto, el hidrógeno verde debería reservarse para las industrias en las que es difícil reducir el CO2".

De las soluciones renovables disponibles en la lucha contra el cambio climático, la solar tiene un potencial de crecimiento significativo debido a los avances con materiales y métodos innovadores para maximizar la energía solar, como las células bifaciales, las lentes integradas y los paneles solares invertidos, que pueden generar electricidad durante la noche. Además, los emplazamientos solares también son más atractivos para las comunidades locales en comparación con los eólicos, fomentando el autoconsumo.

Sin embargo, esta energía también presenta puntos oscuros. El 75% de todos los paneles solares fotovoltaicos (PV) llega en la actualidad a la UE desde China. Esta dependencia, volvemos a lo mismo, ha provocado el declive de la producción fotovoltaica por parte de la UE durante la última década.

Según el Observatorio de Capgemini, Europa debe prestar atención y no sustituir la dependencia del gas ruso por una dependencia de otros países como China, para componentes clave de la transición energética como los paneles fotovoltaicos o las tierras y metales raros.

El renacimiento de la energía nuclear

Los gobiernos europeos deben crear las condiciones técnicas, financieras y normativas adecuadas para desarrollar industrias críticas nacionales de alto nivel, como la producción de paneles fotovoltaicos y baterías, para recuperar la soberanía. Algo bastante complicado. Además, se debería acordar una intensa reforma del mercado eléctrico para fomentar las inversiones en generación de bajas emisiones de carbono.

En este sentido, conviene empezar a pensar, pese a algunas reticencias políticas, en la energía nuclear como una fuente de energía indispensable para el futuro. Las nuevas plantas, más pequeñas, eficientes y seguras auguran un renacimiento de esta energía como herramienta indispensable para la descarbonización y la estabilidad del suministro eléctrico. Estas funcionan con combustibles relativamente accesibles y sus desechos son muchos más controlables. Todo ello a la espera de que las investigaciones en fusión nuclear empiecen a logra avances relevantes en la próxima década.

En el corto plazo, entre tanto, países como Alemania y Bélgica optarán mantener abiertos los reactores existentes. A medio plazo, señala el informe, los gobiernos de Reino Unido, Estados Unidos, Japón, la UE y China deberían continuar construyendo centrales nucleares, mientras que los sistemas de retribución a largo plazo para la electricidad nuclear deberían implementarse para alentar a los actores privados a invertir en esta industria.

Las soluciones a corto plazo no deben frenas las inversiones en las energías de futuro

La crisis energética también ha provocado un retraso en el cierre de los productores de carbón, lo que aumenta las emisiones de CO2. Las tecnologías de Captura, Uso y Almacenamiento de Carbono (CCUS) son una herramienta esencial para la gestión de estas emisiones y es necesario acelerar la implantación y la inversión en plantas CCUS. En 2021, se anunciaron 97 nuevas plantas de CCUS en funcionamiento; Estados Unidos y Europa representan las tres cuartas partes de los proyectos en desarrollo.

Por ello, la inversión debe continuar, ya que la capacidad de captura de carbono debe aumentar de aquí a 2030 para alinearse con el objetivo de cero emisiones netas para 2050; en 2021 la capacidad anual de carbono solo alcanzó 40 MtCO2.

Pero esta no es una solución de futuro. Más confianza genera las investigaciones sobre hidrógeno verde, cuya producción todavía no permite generar mucha más energía de la que se necesita para producirlo. Pero eso podría cambiar pronto con la todas las grandes empresas apostando por esta fuente energética.

Todo ello sin olvidar, apunta el informe de Capgemini, de los incentivos para el ahorro y el consumo responsable de energía, que ya se han puesto en marcha en muchos países europeos. Iniciativas que tienen el potencial de producir un significativo cambio cultural en relación con el uso de la energía para mantener nuestro nivel de bienestar.

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