Un ejemplo, que ha pasado prácticamente desapercibido, el del precio del café en su variedad Arábiga. Se comenta desde distribuidores y cafeterías de renombre, cómo el alza de ésta materia prima provocará una pérdida de ingresos o un deterioro en la calidad del café. Hipótesis esta última rechazada para garantizar la fidelidad de la clientela.
El precio del café en grano, pero sobre todo el del barril de petróleo, pagado en dólares a un cambia menos favorable para el euro, explican junto al meteórico salto de metro cúbico del gas, el porqué de nuestro abultado déficit comercial, junto a ello la inflación importada. Un tipo de inflación que no tiene nada que ver con las tradicionales generadas por una sobreabundancia de dinero. Entra aquí en juego la Reserva Federal tomándose en serio las elevadas alzas de precios.
El BCE, como ya ocurrió en el pasado en más de una ocasión, acabará siguiendo los pasos de la Reserva Federal. La inflación está ahí y va a ser hábil y contundentemente combatida. Un respiro para los gobiernos nacionales a los que se responsabiliza por la oposición de turno y una gran masa de ciudadanos de las subidas de precios.
La nota de Moncloa sobre la evolución del comercio exterior de junio y del primer semestre, resalta el superior avance de nuestras exportaciones frente a nuestros competidores europeos. Correlaciona así mismo el gran salto de las exportaciones con una demanda interna, la española, vigorosa.
Ciertamente el comercio exterior de España refleja una economía activa y de ningún modo paralizada. A la vez que el mayor déficit comercial puede acabar siendo un problema. ¿Cómo compaginar expansión y prudencia? Una bajada de impuestos resultaría temeraria y provocaría el estupor de Bruselas y de los mercados internacionales.
Nada dice la nota de Moncloa sobre el origen de déficit: ¿productos energéticos o un mayor desequilibrio comercial con China? Habrá que aguardar el análisis pormenorizado de la Secretaría de Estado de Comercio.