El volumen de deuda del Estado al cierre del pasado año 2022 se situaba en los 1,236 billones de euros, mientras que a finales de 2019, antes de la pandemia, se encontraba en los 984.000 millones de euros. Esto supone un crecimiento del endeudamiento superior al cuarto de billón de euros en los últimos tres años.
En todo el mundo, se ha registrado una elevación de la deuda importante por el coronavirus y es precisamente esta circunstancia la que ha obligado a actuar con rapidez a los bancos centrales de Estados Unidos y la Unión Europea para atajar las tensiones en los mercados, producidas por las crisis bancarias a ambos lados del Atlántico.
El incremento de la deuda del Estado en España ha superado el 25% en estos últimos tres ejercicios, lo que exige un mayor esfuerzo de financiación cada año. El Tesoro tenía prevista la emisión de títulos por importe superior al cuarto de billón de euros en este 2023.
El tipo de interés a un año se ha elevado desde casi medio punto negativo al comienzo del pasado año 2022 hasta el 3,57%, lo que suponen cuatro puntos de subida. El tipo a diez años se situó por debajo del 1% a comienzos de 2022, en tanto que en la actualidad se encuentra al 3,16%.
El departamento financiero del Estado había previsto para este año emisiones brutas de 172.000 millones de euros, mientras que la financiación nueva rondaría los 70.000 millones. En los últimos ejercicios, el organismo público tiene que conseguir en los mercados fondos entre el cuarto billón de euros y una cifra más cercana a los 300.000 millones.
Revival
Esa formidable cifra obliga al Tesoro público a lanzar campañas de captación de inversores en todos los frentes. El incremento de los tipos de rendimiento de las letras a un año por encima del 3% motivó hace poco una campaña alentando a los particulares a la compra de letras. Un “revival” de la época de los años noventa de la pasada centuria, en la que los hijos compraban deuda a sus padres jubilados a través de la ventanilla del Banco de España.
Con una subida de tipos a corto plazo de cuatro puntos y otra a largo plazo de dos puntos y medio, las expectativas de futuro no resultan nada alentadoras. Al margen de episodios de crisis financiera, el mercado se ha enquistado ya de por sí en una permanente tensión financiera, porque resulta muy difícil controlar unos precios que se han disparado no sólo por la política de dinero gratis de los últimos seis años, sino por una guerra que afecta a los precios alimentarios y de la energía y que amenaza con prolongarse durante demasiado tiempo.
El riesgo de nuevas elevaciones en los tipos de interés sigue vivo. Y más cuando los bancos centrales parecen haber dado muestras de que mantienen como principal objetivo el control de la inflación. Las próximas subidas de tipos encarecerá la financiación del déficit de España en nada menos que 10.000 millones anuales. Una circunstancia para la que sólo existen dos recetas: o incrementar la deuda o reducir el presupuesto de gastos en las cuentas anuales del Estado.