Son precisamente las amortizaciones de la deuda la que han estado generando fuertes pérdidas contables. No obstante, el progresivo aumento de los ingresos ha permitido al grupo cerrar 2022 con unos números rojos por debajo de los 300 millones de euros.
Con todo, el grupo se ha planteado ya un cambio de estrategia. Salvo encontrar muy buenas oportunidades de mercado, el objetivo es digerir las últimas incorporaciones y no realizar nuevas adquisiciones que impliquen aumento de la deuda con el fin de entrar en beneficios en tres o cuatro años.
Aunque es cierto que en esta nueva etapa estratégica hay previstas algunas inversiones, ni de lejos mantendrán el ritmo de 6.000 millones de euros de media de los últimos años. De este modo, el grupo espera apoyarse en el crecimiento orgánico en los países donde opera para reducir la deuda, su gran talón de Aquiles en plena época de subida de tipos, y lograr el punto de equilibrio y la entrada en beneficios a medio plazo.
Un mensaje que aún debe calar en el mercado. Las acciones del grupo han perdido cerca de un 40 % desde que tocara máximos en torno a los 58 euros en agosto de 2021. Un perfil bajista que, a pesar de haber encontrado suelo firme sobre los 32 euros, tampoco ofrece signos claros y confiables para un rebote sostenido.